Acabo de llegar a mi punto límite. Acabo de afirmar que sos mi motivo por el cual luchar, por el cual seguir. Pero hoy, te necesito más que nunca. Necesito que me apoyes, que me des tus palabras, que me contengas, que me abraces, que me beses, que estés conmigo, que me aconsejes, que me guíes para no caer, que me sostengas si estoy por hacerlo, que me tranquilices, que me alientes, que me des tu calor para el frío que tengo, que me acompañes para no sentirme sola, que me necesites para sentirme útil, que me acaricies, que me enseñes, que me protejas, que me elijas.
Te necesito por que me estoy cayendo, algo me está consumiendo dentro. Me siento inútil, me siento culpable, me siento mal, me siento confundida, me siento caer, caer y caer. No ayudo en lo más mínimo con aquello que quisiera resolver, aquello que está matándola a ella, aquello que ya sufrí y pasé. Y lo veo cercano todos los días, en ella o en aquella.
Mis ánimos se van perdiendo, ni siquiera están bajos, directamente ya no los veo. Ayudame a encontrarlos, a sentirlos. Todo aumenta, sino es ella con su problema, sos vos y nuestra lejanía. ¡ Vaya motivo por el cual luchar me busqué ! Te extraño, te extraño con todas mis fuerzas. Con fuerzas que ni sé de donde saco para poder extrañar. Algo que nunca pasé y no sabía que podía ser así.
Te necesito para nada y para todo.
Pero hoy más que nunca.